Por Karen Franklin, Skin Expert
La fermentación es muy común en los alimentos que consumimos normalmente y es un proceso que se utiliza desde hace muchísimo tiempo. Podemos mencionar productos tan ricos como el yogurt, queso, pan, cerveza, vino y los beneficios que aportan a nuestra salud son numerosos, además de que su sabor es muy característico.
Entonces, ¿qué sucede con la fermentación cosmética? ésta se realiza a través de un proceso controlado de laboratorio y se usa la biotecnología en el cual los extractos de origen natural derivados de frutas, plantas o hierbas, se transforman en moléculas más pequeñas para que puedan penetrar en las capas más profundas de la piel.
Corea fue uno de los países que hace 40 años comenzaron a aprovechar este gran descubrimiento y hoy en día hay más productos fermentados en el mercado de diversas marcas. Los ingredientes que tradicionalmente se fermentan por medio de bacterias y levadura son el ginseng rojo, té verde y el arroz. De ellos se obtienen altas concentraciones de antioxidantes, antiinflamatorios y aminoácidos que se agregan a los cosméticos.
Pero… ¿qué beneficios podemos obtener de los fermentos? Aumenta la potencia de los principios activos y su concentración. La fermentación altera la composición a favor de tu piel, generando nutrientes que se transforman en probióticos, vitaminas (B), antioxidantes que evitan el envejecimiento cutáneo y se refuerza la barrera natural de protección, evitando que agentes externos puedan entrar en la piel. Se evitan las infecciones, inflamación y también se eliminan toxinas, maravilloso, ¿no?
¡Pero todavía hay más! Los fermentos pueden durar un largo tiempo, permitiendo que el producto se conserve por sí solo, reduciendo la cantidad de conservantes necesarios y se eliminan las bacterias que provocan el acné. Impulsan la producción natural de colágeno, son ricos en péptidos y lo mejor de todo es que son aptos para todos los tipos de piel.
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